Algunos libros para leer en línea o descargar

Lidia Avílova, Chéjov en mi vida

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Dorothy Wordsworth, Diario de Alfoxden

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Hermann Ungar, Historia de un asesinato

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Isaak Babel, Cuentos de Odessa

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Diego Brando, Todo lo que se hunde

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Fernando Luis Pujato, Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine

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Brillamos en el interior de nuestras casas, pero afuera somos apenas sombras de nada

El ruido del tren en el paso a nivel más cercano
y la sombra proyectada de todo un grupo de álamos,
plantados pero no podados, sobre nuestras siluetas,
ponen en duda, una vez más, nuestra existencia.
¿Estaremos allí, de verdad presentes, o seremos
personajes de un pequeño drama imaginario?
En las noches del pueblo donde residimos
o, más bien, en el que soportamos las bromas
de un dios urbano que quiere por momentos borrarnos,
intentamos, a pesar del ruido, conversar
sobre nuestras vidas, o lo que sería de ellas
si las sombras y los sonidos no nos ocultaran.
Brillamos en el interior de nuestras casas,
pero afuera somos apenas sombras de nada.
Levantamos la voz, nos corremos del lugar oscuro
buscando la luz, pero no es suficiente,
la escenografía de un teatro divino nos eclipsa
y un pequeño telón parece cerrarse ante nosotros.

Diego Brando, en Frontera

Segunda voz

El libro estaba en Rubén Libros y si entre la cantidad de obras de esa mesa lo distinguí fue por la tapa: toda ella y la contratapa es una sola foto del mar, en blanco y negro, tomada desde la orilla: Isaak Babel, Cuentos de Odessa, ed. Vilnius, Córdoba, 2014.

En la primera parte, se incluye una selección de siete de a lo sumo nueve cuentos que en las distintas ediciones se agruparon bajo el rubro de Cuentos de Odessa, debidamente justificada en la nota editorial a cargo de Sebastián Artero y Julieta Canedo,  por constituir una “unidad estilística y temática”. En la segunda, se agrupan varios textos referidos al autor y su obra, junto con otros dos textos de Babel: “Autobiografía” y el cuento “Guy de Maupassant”.

103 páginas bastan para hacer de esta publicación algo que excede largamente sus límites: no sólo los cuentos son magníficos y la traducción de Valeria Zuzuk fluye desde los primeros dos párrafos arrebatándonos hacia el clima que crea Babel, con concisa eficacia de imágenes y nítida solidez en la construcción de personajes y situaciones; también sorprende que los textos de la segunda parte no constituyen una mera yuxtaposición, sino que se imbrican misteriosamente unos con otros: la “Autobiografía” del propio Babel dialoga con la nota que en 1938 le dedica Borges en El hogar, y ambos con el ensayo de Juan Forn, y la lista sigue: Nadiezhda Mandelshtam, Roberto Echevarren, Vitali Shentaliinski, Fernando Luis Pujato, Ryszard Kapuscinki. Así, cada aporte enfoca aspectos de la obra y del autor o del contexto con el rasgo común de su calidad literaria.

Como prueba de unidad, además de la obvia unidad temática, creo haber encontrado esta, apenas despuntando el primer relato, “El Rey”:

“En la noche azul y estrellada todo lo más distinguido que nos provee nuestro contrabando, todo lo que de punta a punta hace gloriosa esta tierra realizaba su tarea seductora y destructiva (…) El cocinero negro del Plutarco, llegado de Port Said tres días antes, había logrado pasar por la aduana una botellas panzonas de ron jamaiquino, vino aceitoso de Madeira, cigarros de las plantaciones de Pierpont Morgan y naranjas de los alrededores de Jerusalén. Esto es lo que traen a la costa de Odessa las olas espumosas que se rompen en el Mar Negro, esto es lo que a los pobres de Odessa a veces les toca en suerte en los casamientos judíos…”

Al leer el fragmento, pensé en la tapa, que fue lo que primero me atrajo de la edición, y empecé a pensar que la elección de la imagen era de alguna manera central: no ilustra ni adelanta indicio alguno; aporta en su desnudez, en su monocromía una impresión del fondo contra el cual se recorta el violento y definido mundo de Babel.

Elisa Molina

(Publicado originalmente en: http://segunda-voz.blogspot.com.ar/2016/07/una-edicion-local-de-cuentos-de-odessa.html)

«No sé, quizás de nada», contesta el de Odessa y «hace un esfuerzo por espantar los recuerdos de su cabeza»

Moldavanka, Córdoba

Hace un año, en ocasión del Bafici anterior, el crítico de cine cordobés Fernando Pujato me entregó un librito que me recomendó especialmente. Pujato no es de los que andan elogiando cosas sin valor, así que me propuse mirarlo con atención. Pero en el ajetreo típico de los festivales, el libro se mezcló con otros materiales impresos y quedó sepultado en medio de pilas de revistas y papeles. Hasta que un día emergió también de las profundidades y resultó ser una traducción directa del ruso al argentino de los Cuentos de Odessa de Isaak Babel, publicación de la pequeñísima editorial Vilnius, también cordobesa y también refinada como Pujato.

Babel, autor del mucho más difundido Caballería roja, uno de los grandes libros que se han escrito sobre la guerra (tal vez uno de los diez libros del siglo XX), fue un personaje altamente misterioso. Nacido en 1894 («hijo de un comerciante judío que hasta los dieciséis años me hizo estudiar hebreo, la Biblia y el Talmud»), su encuentro con Gorki le permitió publicar sus primeros trabajos, pero su mentor lo mandó a conocer la vida y así fue entre otras cosas obrero, periodista y policía político del flamante régimen soviético. De su experiencia como corresponsal en la guerra civil surgen los relatos de Caballería roja, libro de una potencia enorme y de una ambigüedad ideológica igualmente formidable. El hiperrealismo de Babel, dispuesto a no omitir las torpezas y las atrocidades del propio bando, flota siempre entre la denuncia y el deleite.

El general Budioni, torpe y obsecuente militar a cuyas órdenes sirvió Babel, se convirtió en uno de sus enemigos. No sería el único. Después de la guerra, vivió en París, escribió teatro, fue popular, gozó de los privilegios del régimen y sufrió su censura, lo que produjo una frase célebre, pronunciada en un congreso de escritores: «Me he convertido en el maestro de un nuevo género literario, el género del silencio». El partido secreto que Babel jugaba contra Stalin, que incluía la amistad con agentes secretos sobre cuyo trabajo investigaba sigilosamente, se terminó en 1939 cuando fue arrestado, juzgado, obligado a confesar y ejecutado. Dos novelas y otros escritos inéditos se perdieron en las entrañas de la NKVD.

El librito de Vilnius es importante por dos razones. Una es la edición: cuidada, elegante y complementada por valiosos textos de Borges, Forn, Nadezhda Mandelstam, Echavarren, Shentalinski, Pujato, Kapuscinski y el propio Babel. La otra son los siete relatos, que pueden leerse como una novela sobre los mafiosos judíos de Moldavanka, el barrio de Babel. Personajes como Benia Krik o el Tuerto Froim, delincuentes de gran valor, de gran astucia y de gran corazón, atípicos líderes comunitarios, son únicos en la historia de la literatura. Pero también es única la mirada de Babel sobre los comunistas, cuyos comisarios liquidan a estos bandidos legendarios. «Contestame como revolucionario, ¿de qué puede servir un hombre así para la sociedad del futuro», le pregunta un oficial de la cheka de Moscú a otro de Odessa ante el cadáver del Tuerto Froim.«No sé, quizás de nada», contesta el de Odessa y «hace un esfuerzo por espantar los recuerdos de su cabeza». Froim debía morir y Babel también, pero está bien que los revivan en Córdoba con tanto estilo.

Quintín

(Publicado originalmente en:
http://www.perfil.com/cultura/Moldavanka-Cordoba-20160507-0106.html
Muchos otros textos del autor se pueden leer en: https://lalectoraprovisoria.wordpress.com)

Lejos de dónde. De Cozarinsky a Babel

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Una carta que no cesa de llegar

¿Qué es una carta? Algo más allá de lo que un correo electrónico puede transmitir: la presencia física del papel y la tinta, una hoja que fue tocada por una mano y será tocada por otra. Sin palabras, un mensaje puede ser confiado a un objeto, aun a algo impalpable: a un perfume. Días después del arresto de Isaak Babel el 15 de mayo de 1939, agentes de la policía secreta soviética registraron su departamento para secuestrar manuscritos, cartas, todo material con que sustentar un juicio por traición cuya sentencia ya estaba decidida. Autorizaron a la compañera del escritor a enviarle algunas prendas y unos pocos efectos personales. Ante la prohibición de enviar cualquier mensaje, Antonina Pirozhkova volcó un frasco de su perfume habitual sobre la ropa interior de Babel. Eran días de las grandes purgas stalinistas que implantaron el miedo, el silencio, aun la delación con arbitrarias acusaciones de espionaje que conducían a una indefectible ejecución. Un año antes, en las plácidas páginas de la revista El Hogar de Buenos Aires aparecía una nota sobre un libro de Babel: Caballería roja. “Uno de los relatos, Sal –podía leerse–, conoce una gloria que parece reservada a los versos y que la prosa raras veces alcanza: lo saben de memoria muchas personas”. El autor: Borges.

Babel fue fusilado el 27 de enero de 1940. En marzo de 1954, era de Khrushev, Pirozhkova recibió un certificado de defunción con una fecha falsa, 17 de marzo de 1941, para sugerir que Babel había muerto en la guerra. El comunicado oficial se lee como una broma siniestra: “Se revoca la sentencia del tribunal militar que concierne a I.E. Babel sobre la base de circunstancias recién descubiertas. En ausencia de elementos delictivos, la acusación contra él queda sin efecto”.
“La verdad es que Babel tenía muchos secretos, vivió con muchas ambigüedades y contradicciones y dejó muchas preguntas sin respuesta” (Nathalie Babel, hija de su primera mujer). Había seguido como reportero a la “caballería roja” en la guerra civil, y sus relatos registran saqueos, brutalidad y estolidez de sus camaradas, no inferior a la de los cosacos contra quienes combatían. Al volver a Odessa creó el personaje cautivante de Benia Krik, gángster de la Moldavanka, barrio judío de la ciudad, desafiando tanto la buena conciencia de esa comunidad como los cánones incipientes de una literatura edificante. Su obra teatral María retrató la corrupción de la nueva sociedad y suscitó la advertencia de Gorki sobre el peligro que acechaba al autor.
Como otros escritores y artistas judíos (Mandelstam, Eisenstein), Babel recibió halago y castigo de las autoridades soviéticas antes del golpe final, a la edad de 45 años. Antes de la revolución ya había sobrevivido al rigor de la administración zarista: como judío, en Odessa no pudo ingresar en el liceo elegido, y más tarde, en Petrogrado, sólo pudo residir con pasaporte falso. Allí conoció a Gorki, que lo alentó, publicó sus primeros cuentos y lo llevó al periodismo. Babel frecuentó gente de todos los ambientes, situaciones que iban a alimentar su ficción, así como ya en Odessa había observado con mirada de futuro escritor a prostitutas y rabinos.
En 1919 se casó con Yevgenia Gronfein. En 1925 la esposa emigró a París y Babel la visitaba a menudo; no logró una reconciliación, pero en 1929 tuvieron una hija, Natalie, que iba a ser la primera editora de la obra del padre. Pero la mujer que tendría un papel definitivo en la vida y en la supervivencia de la obra del escritor no fue judía: Antonina Pirozhkova, nacida en Siberia. Con ella no llegó a casarse.
Pirozhkova trabajó como ingeniera de la red de subterráneos de Moscú y en el Instituto de Transportes. Al retirarse en 1965 comenzó una segunda vida, dedicada a la memoria de su compañero, a rescatar su obra. Intentó recuperar los manuscritos secuestrados por la policía, abrió su departamento de Moscú a los estudiosos de la obra de Babel, insistió ante los comisarios de la cultura para que permitieran reeditar sus libros. En 1972 compiló Babel recordado por sus contemporáneos. En 1990, vísperas ilusas de la extinción de la Unión Soviética, logró publicar en Rusia una edición en dos volúmenes de la obra conocida de Babel. Partió a los Estados Unidos y allí publicó en 1996 un libro de memorias, A su lado: los últimos años de Isaak Babel. En septiembre de 2010, a los 101 años de edad, murió en Sarasota, Florida.
De vuelta al pago. Una joven editorial cordobesa, que eligió provocativamente el nombre de Vilnius, publica los Cuentos de Odessa de Babel en traducción directa del ruso por Valeria Zuzuk. (Que las editoriales “pequeñas” publican hoy los libros más interesantes es algo evidente tanto en la Argentina como en los Estados Unidos.) Este delgado, elegante volumen es una joya imperdible. En primer término por la traducción, que sin incurrir en el solecismo de hacer hablar a los gángsters de la Moldavanka en lunfardo, logra un acento rioplatense muy actual para sus diálogos. La completan “materiales sobre Isaak Babel”: textos de Nadezhda Mandelstam, Juan Forn y Roberto Echavarren, entre otros, así como el recuperado elogio de Borges.
“Toda vida está hecha del entrecruzamiento de otras vidas”, escribió un novelista argentino. La carta de Antonina Pirozhkova, que acaso no conociera imágenes de la Córdoba argentina, sigue llegando a nuevos, imprevistos destinatarios.
(Publicado originalmente en http://www.perfil.com/cultura/Una-carta-que-no-cesa-de-llegar-20150705-0056.html)

Imágenes del mañana se repliegan en los lienzos del ayer…

Un siglo de disputas te rodeaba / mientras deambulabas por tabernas sórdidas / que entendían tu ira y tu dolor / caminando entre las sombras de los que serán. / Nadie ha de sobrevivirte aquí, / porque los hombres se encargaron / de borrar las huellas seminales / de un perpetuo recuerdo fugaz. / Sentís una mano pesada / que acaricia tus párpados perplejos. / Implacables pisadas subterráneas resuenan (suavemente) / en aquel lugar ya disipado. / Amando en un delirio perpetuo, / atrincherado en los techos de un cielo metálico, / pudiste convertir el cansancio del Infinito / en lo significativo del ya-no-ser. / El fuego te abrasa y tu pincel, al igual que tu vida, / sigue los trazos imperecederos de otro arte / que hoy te trajo hasta aquí / atravesando la finitud inmóvil de un fantasma benévolo. / Tan lejos de la muerte, que puedo sentir / el grito desgarradoramente bello de tu soledad / en aquella tormenta que mañana / será la tela de otro dolor aciago. / Imágenes del mañana se repliegan en los lienzos del ayer, / sonidos del hoy-siempre resuenan en las brumas del tiempo / y un ojo soberano exhala una miríada de pupilas feroces / atravesando el revés de una pantalla inacabada. / Algo mágico siempre comenzó / fuera del torbellino de lo ya olvidado. / No habrá finales tristes e impiadosos. / Pinceles de fuego alumbran el porvenir. / Los funerales de nadie nunca fueron celebrados. / Lo que sucede es la infinitud.

Fernando Luis Pujato, «El fuego de un pincel», sobre Ebrio de mujeres y pintura, de Im Kwon-taek. En Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine

Horacio Bernades: La sutileza de las palabras justas para hablar de cine

 

La sutileza de las palabras justas para hablar de cine. Sobre Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine, de Fernando Pujato

Por Horacio Bernades

Parte de un fenómeno que merecería un análisis aparte, desde hace un tiempo buena parte de la mejor crítica de cine argentina se produce en la provincia de Córdoba. Como para ratificarlo, la editorial Vilnius acaba de publicar la primera recopilación de críticas y ensayos de Fernando Luis Pujato, miembro estable de la excelente revista Cinéfilo (libro y revista se consiguen en selectas librerías porteñas). De título tal vez piazzolliano, Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine parece responder a una apuesta: cómo escribir la mayor cantidad (y variedad) de textos de máxima condensación en el menor espacio posible. En apenas 130 páginas formato 12 x 18, Pujato aprieta medio centenar de brillantes miniensayos sobre los films más diversos.

Ya sean clásicos (westerns de John Ford o Howard Hawks, films de Robert Bresson, Jean Renoir o Yasujiro Ozu), tanques de Hollywood, la crema del cine de autor contemporáneo (Abbas Kiarostami, Apichatpong Weerasethakul, Wong Kar Wai, Werner Herzog, hermanos Dardenne), obras maestras poco vistas (La pirámide humana, del francés Jean Rouch, Sombras de antepasados olvidados, del georgiano Sergei Paradzhanov, Ebrio de mujeres y pintura, del coreano Im Kwon Taek) o, faltaba más, cine cordobés contemporáneo (De caravana, Yatasto, El invierno de los raros, el cortometraje Escuela), Pujato trata a todos los films con la misma vara: la del análisis detallado, preciso, pertinente.
El autor pone el film en contexto (contexto del cine, contexto del mundo, la obra del autor o tendencia de la que se trate), al mismo tiempo que lo observa en su más peculiar especificidad. Lo hace con delicadeza o crudeza, según corresponda y sin someterse a ningún deber ser político, estético o moral. A la hora de evaluar la sobrevaloradísima Melancolía, del hacedor de fenómenos (extra)cinematográficos Lars Von Trier, no tiene la más mínima piedad. Enfrentado a El árbol de la vida, del tan talentoso como pomposo Terrence Malick, Pujato no se deja chantajear por el trascendentalismo o la belleza estética, enumerando los factores que hacen de él un film artificialmente inflacionado.
Hombre de vasta cultura, cuyas referencias exceden largamente las del cine, a diferencia del mencionado Malick –que al querer meter el universo entero en una película lo único que demuestra es la lógica de la desproporción–, Pujato no permite que ese rico marco referencial lo aparte del análisis con lupa del objeto en sí. Redondea un texto asombrosamente rico, para 130 páginas en apariencia tan escasas.

(Publicado originalmente en http://tiempo.infonews.com/nota/130754/la-sutileza-de-las-palabras-justas-para-hablar-de-cine)

Roger Koza: Física cinéfila

Física cinéfila. Sobre Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine, de Fernando Pujato
Por Roger Koza (para Ciudad X)

Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine es una prueba de que la crítica es de por sí mucho más que un trabajo interpretativo y un ejercicio de redescripción argumentativa para inducir al espectador a mirar y entender una película. Fernando Pujato escribe sobre películas como si él fuera un antropólogo alucinado en un mundo desconocido al que quiere acceder a través de sus detalles. Y escribe, además, demostrando que la crítica es un género literario. El pragmatismo periodístico está felizmente conjurado, y el libro encarna valientemente su propia convicción: escribir sobre cine es hacer ver y de ningún modo informar.

El libro no revela fácilmente su lógica estructural. Las películas elegidas pueden ser de 1999, 2013 o 1961, y los directores, maestros conocidos, genios ignorados, principiantes ignotos o chantas consagrados. Pujato pasa de un film de Clint Eastwood a un título de Claire Denis reciente y un poco más tarde puede dedicarle varios párrafos a las obras de Béla Tarr y Alexander Sokurov (dos pasajes notables del libro); puede poner atención en un corto desconocido de dos jóvenes directores cordobeses, ser despiadado con un film de Lars von Trier, revivir una obra maestra de Yasujiro Ozu como El sabor del sake o analizar puntillosamente El acto de matar de Joshua Oppenheimer. La dedicación a cada película analizada es enteramente democrática: todo importa.

Cosquín

Sin embargo, el libro tiene una cadencia y un montaje secreto: lo que sucede es que está escrito como si fuera un film clásico en el que el lector es llevado de una película a otra sin que se dé cuenta de que existe una afinidad programática que las agrupa a todas. Por ejemplo, las primeras ocho críticas se circunscriben a un problema nodal del libro: la representación de la otredad. De la crítica 9 a la 12, Rosetta, Tokyo Sonata,Vida sin principio, Felices juntos y una lectura general sobre varias películas de Jia Zhangke denotan cómo el cine contemporáneo ha filmado los efectos del capitalismo en los cuerpos e intimidad de los sujetos. Por otro lado, la elección de esas películas revela una mirada del crítico sobre lo que entiende por un cine riguroso capaz de filmar una práctica económica tan perversa como delirante sin caer en la autocomplacencia de la denuncia.

La gran belleza del libro reside en su sistemático y sensible modo de reparar en la forma en que se ordenan los planos en una película. En ese sentido, Pujato es un físico del cine. A propósito de Siete mujeres de John Ford, dice: “Casi sin contraplanos y con un registro colectivo que siempre prioriza las relaciones por sobre los encuentros, los planos de situación disparan la escena por entre la luz y la sombra de un espacio clausurado sobre sí mismo, pincelado con el tono ocre de la tierra misma”.

El credo empirista de Pujato se resume en una tesis a la que todos los grandes críticos subscriben: el cine se juega y se devela en la puesta en escena. La física del cine reside en ese entramado entre los planos y lo que sucede en ellos. Pujato lo sabe y resuelve las fórmulas de los cineastas para que nosotros, sus lectores, toquemos el cine con los ojos.

Atravesar el cine

KinoMalta

Inicio de Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine

El cine puede entretener, ofuscar, maravillar, irritar. Puede estar al servicio de una causa, de un ideal, ser utilizado políticamente por un Estado con fines de propaganda o educativos, o por grupos de poder con vistas al mercado, al mercado del arte. Muy pocas veces, si no casi nunca, puede alterar la realidad, variar el curso de las cosas, instaurar una pequeña revolución, subvertir, como en el caso de Rosetta, de los hermanos Dardenne, que propulsó un cambio de legislación en las leyes de Bélgica en cuanto al trabajo adolescente; no hay muchos más ejemplos. ¿Cambiar a través del cine o con el cine? ¿Una herramienta, un deseo, una evasión? Quizás tan solo un diálogo abierto al mundo, a otros mundos, a otras maneras de ver, de pensar y de actuar. Acaso una expansión.

F. L. Pujato, «Atravesar el cine»

Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine

Filmar en el plano

Tarr

(…) Todo este cuadro de voluntades aunadas por la enajenación, por esa cotidianeidad de engaños que se saben engaños, cercadas por una geografía en blanco y negro que golpea, que moja, que entumece, atrapadas por la consciente desesperación de que esa habitualidad pareciera ser la vida que se debe aceptar vivir y de que ese lugar pareciera ser el único albergue permitido o posible o llevadero, no es, sin embargo, la vista de las miserias del género humano –o de los actos miserables que se invocan en su nombre–, ni un muestrario de patologías más o menos reconocibles, ni mucho menos una inmersión en las profundidades del inconsciente. Ni un documento, ni un informe sociológico, ni un estudio psicológico, tan solo el transcurrir de una corriente vivencial a través de las formas terrenas del cine. (…)

F. L. Pujato, «Filmar en el plano», sobre Sátántangó, de Béla Tarr

Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine

Una tormenta poética

FLP

Retazos. Retazos de una memoria, la mía, buscando trémulamente en las imágenes de la memoria de otro, a través del cine, de una vida dentro del cine. Y es que es difícil: Méliès vía China, la reforma agraria en un estrado, la Revolución Cultural en un coro, el futuro deslumbrante en una escena. Pero también el pasado un tanto más lejano: esas increíbles panorámicas de la invasión japonesa, la vista aérea de la Gran Muralla, en blanco y negro, en aquel 1938 cuando Ivens tenía más o menos cuarenta años y filmaba lo que hoy es tan solo un recuerdo: el suyo, y un descubrimiento: el nuestro, en un formato crudo, del color de esa tierra. La guerra es cruda.
Casi al final de su existencia, la porfía de un anciano por filmar el viento parece una excusa juguetona, una conducta estrafalaria acentuada por ese arlequín-mono que retoza en el film, para mostrar, seguir mostrando, que el cine es un artificio, que se puede hacer cualquier cosa con él, que es necesario hacer muchas cosas por él: negociar con burócratas durante días por la posición de una cámara, comprar estatuillas para remedar un ejército, sentarse en una silla en medio del desierto, solo, esperando un viento, una tempestad, algo que borre la faz de la tierra, trocar máscaras por celuloide, jugar con la arqueología-cine, con la etnografía-cine. Jugar con el cine, jugar junto a él.
No debe haber muchos films –y nunca serán suficientes– con una carga poética tan imaginativa, tan excéntrica, tan poderosa. Ni muchas ascensiones más conmovedoras: la de una fragilidad llevada en andas hasta el techo del cielo, tratando de capturar, de momificar bazinianamente, no ya el paso del tiempo, sino aquello que lo transporta. No importa en absoluto si los planos de Ivens, si esta historia, son acerca del viento, o de la China, o acaso del mismo Ivens. La poesía es su forma.

F.  L. Pujato, «Una tormenta poética», sobre Una historia del viento, de Joris Ivens

Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine

Elegía de un viaje

(…) Es en ese casi, en esa zona indiscernible de realidad y fantasía, donde la silueta del viajero, la espalda de Sokurov, cobra una voz, adquiere un relato, elucubra situaciones, disemina preguntas. ¿Cuál es el punto de partida?, ¿por qué en estas calles no hay nadie?, ¿qué son todas estas casas que creí conocer en ese tiempo en el que nos juntábamos para estar más cerca? Más cerca del camino, más cerca de nosotros. Estoy en medio de la nada, en un claro nevado de un bosque, y todo es tan bello y tan puro y tan frío, y dos soldados caminan por un sendero también nevado, y otro soldado me saluda, y me cruzo con un monje y le pregunto acerca de la Fe: no me contesta. ¿Y por qué tantos rezos?, ¿cuánto tiempo es necesario rezar? Y el agua bendita y el padrino y los rostros, ¿qué piensan esos rostros?, ¿piensan? Y un soldado nuevamente, y otro, y otro, que me mira, fijamente, y otro más, sin decir nada, ¿qué piensa sin decir?, ¿se puede mirar sin pensar? Y el soldado coloca un sello en unos papeles, y un mar me acoge con su bravura, me moja con su infinito, ¿de quién es este mar?, ¿cuáles son sus misterios?, ¿qué se esconde debajo de su lacerada superficie? Y acaso esto sea Alemania, acaso ya crucé aquel mar que acaso me fue familiar alguna vez, y estoy en una ciudad gris, una ciudad en la que nieva, en la que los autos, los faros de los autos, se cruzan y entrecruzan, se enloquecen mirándose, ¿por qué parecen estar todos tan apurados?, ¿adónde se dirigen?, ¿hay algún sitio al que dirigirse? Sí, acaso esta puerta anónima, acaso este papel que cubre el piso de parquet y estas paredes frías y estas pinturas cálidas de gente en una barca muy cerca de la orilla de un río, demasiado cerca, parecen felices, al igual que la gente en esas calles empedradas y en ese tiempo que ya no está pero que tenía un Dios. Acaso ese mismo Dios que está demasiado ocupado en crear un tiempo para nosotros, aquí, ahora, en este mismo lugar. Acaso por esta elegía de un viaje pueda acariciar, suave, trémulamente, aquello que me trajo aquí desde otra nieve, este lienzo sobre el que reposo. (…)

F. L. Pujato, «Los viajes de Alexandr»

Hacia lo que vendrá. Escritos desde el cine